jueves, 29 de marzo de 2012

Tapa de la revista El Tereré Nº 18 Diciembre de 2011



El Tereré revista/espacio de expresión cultural "De mano en mano de boca en boca"
Minga Guazú, Diciembre de 2011.
Foto de Tapa: Cindy Elizeche.
Modelo de tapa: Ariel Cabrera.

viernes, 23 de marzo de 2012

Tapa de El Tereré Nº 16



La revista El Tereré pudo editarse nuevamente gracias al apoyo financiero del FONDEC que nos costeó los gastos para 5 impresiones. En total 5.000 revistas de distribución gratuita fueron repartidas entre los meses de octubre de 2011 a febrero de 2012.

jueves, 22 de marzo de 2012

ESCUELA ACHÉ

POR OLGA BERTINAT

Fotografía: Javier Portillo
Los llaman Guayakí, aunque para ellos es una manera despectiva de nombrarlos, porque significa “ratón de monte”. “Nosotros somos Aché”, dicen ellos.
Mataban a los padres para vender a los hijos, cerca de San Juan Nepomuceno, y hacían de esto un mercado de gente. Los niños pasaban a ser criados, trabajando en casas de familias pudientes de Villarrica y de otras ciudades; niños considerados inferiores y sin ningún derecho, con el derecho deportado.
Los Aché de Puerto Barra, Narnajal, hicieron el primer contacto amistoso con la familia Fostervold en 1971, ya que a partir del año 1970 su hábitat se fue reduciendo por la colonización de las tierras que ellos habitaban, en consecuencia el bosque, base de su subsistencia, fue prácticamente destruido ya no tenían donde cazar o recolectar ; alertado por esta situación el misionero Rolf Fostervold intentó el acercamiento con ese grupo humano; hasta que el 20 de octubre del año 1976, luego de siete contactos y de varios años de expectativa, un grupo de veinte personas salió del bosque.
La comunidad cuenta con una escuela que se llama Yamó Chachugi. Yamó en aché significa “abuelo”, y todos los nombres tienen el sufijo “gi”, que significa “persona”, unido al de un animal, que era el que le apetecía más a la madre durante el embarazo. (Piragi, Chachugi, Kuategi).
Esta persona trabajó para que los niños de la comunidad tuvieran educación formal.
En esta lucha Aché, para la adaptación a su nueva realidad, varias personas aportaron y actuaron como un nexo entre el mundo Aché y la realidad paraguaya distinta a la de ellos.
En la oficina de la escuela, que es sede de la coordinación, hay un pizarrón lleno de fotografías pegadas, de distintas épocas, y con muchos niños sonrientes.
Estuvimos en la sala del pre-escolar, donde los más chiquitos estaban sentados en sus sillitas y nos cantaron una canción en Aché.
Cuando entrevistamos a los alumnos de los cursos superiores, nos dispusimos en una mesa grande, que estaba en el patio, y comenzamos con las preguntas pertinentes.
En cuanto a las clases, son impartidas en lengua Aché, así como en castellano, de acuerdo a los contenidos programáticos del Ministerio de Educación. Ellos no hablan en guaraní, y esta lengua no se enseña en la escuela. La gente cree que ellos hablan guaraní, pero no es así. Algunos conocen y hablan un poco, principalmente si provienen de otras comunidades, pero los de aquí no.
La mayor dificultad para el aprendizaje de los alumnos es el idioma, ya que es una barrera que se está rompiendo, gracias a la predisposición de los profesores que están aprendiendo la lengua aché y ellos el castellano.
Los jóvenes quieren prepararse y anhelan terminar la enseñanza media y luego poder asistir a la universidad. Las chicas quieren ser enfermeras, los muchachos tienen opiniones diferentes, quieren ser mecánicos, abogados o maestros, en fin, como cualquier joven, también la juventud Aché está llena de sueños, pero llamativamente no son sueños solitarios o egoístas, no piensan en ellos individualmente sino en la comunidad como en un todo indivisible donde ellos puedan ofrecer sus conocimientos y sus aprendizajes para el bien común.
Queda sólo desearles que logren cumplir sus metas y sus sueños. Que puedan asistir a las universidades donde no exista la discriminación y que reciban el respeto y la tolerancia que se merecen; que obtengan el conocimiento que necesitan para adaptarse a su nueva realidad y a los nuevos tiempos pero manteniendo siempre vivas sus costumbres, pasándolas de generación a generación, logrando adelantos pero no en detrimento de su propia cultura.

lunes, 19 de marzo de 2012

“La aurora” de Ciudad del Este


POR OLGA BERTINAT
Cuando Federico García Lorca viajó a Nueva York para realizar una serie de
conferencias, no imaginaba que sería éste el escenario inspirador de sus inmortales versos.
Los hechos angustiantes de su vida personal, unidos a la caótica ciudad americana, lograron que él plasmara en versos, donde abundan las metáforas y la imaginación desbordada; la ciudad misma, el caos, la gente, el consumismo, la marginalidad y las diferencias.
El viaje surgió luego de sufrir una decepción amorosa y la ciudad que lo acogió enfrentaba la mayor crisis económica de la historia; el año: 1929.
Al leer La Aurora de Lorca, podemos creer que los versos se refieren a nuestra ciudad. Podemos suponer que la aurora de Ciudad del Este va desapareciendo, “la luz es sepultada por cadenas y ruidos”. ¿Quién consigue ver la luz de la aurora que se opaca por el gris de los edificios? ¿Cómo apreciarla si las ventanas se abren y muestran otra pared de cemento?
Podemos entender que se describe a nuestra gente cuando dice: “Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes…”. En nuestra ciudad, muy cerca de la terminal de ómnibus hay indígenas insomnes, que tampoco vislumbran la aurora, sepultada por carpas negras y cubierta de miseria cíclica “y un huracán de negras palomas que chapotean en las aguas podridas”.
“…porque allí no hay mañana ni esperanza posible”. El poeta presta su voz y reclama. Y es una voz eterna que puede sacudir por un instante aunque más no sea. Porque siempre hay olvidados, que de tanto olvidarlos se vuelven invisibles. ¿Qué mañana o qué esperanza se le puede ofrecer a alguien que se ha vuelto invisible? Están allí, como una maleza humana despojada y desposeída. Miserables víctimas de miserables.
“A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños”.
Abandonados en los semáforos, los niños pueden ser devorados y taladrados por el hambre que no espera a las monedas y protesta con su grito ronco y destemplado. Las madres con sus hijos mocosos, envueltos en harapos sucios mendigan en las calles. Son flacas, con la piel que muestra todo el esqueleto; huesitos débiles de panes mal comidos. “…comprenden con sus huesos que no habrá paraísos ni amores deshojados…” ¿Existe el paraíso? ¿O es una ilusión para olvidar de a ratos la realidad que suele ser sanguinaria para algunos?
En la acera de allá, los grandes edificios contrastan con la miseria del semáforo y de la terminal. En las noches, las luces del shopping deslumbran y fascinan a los transeúntes y a los turistas que ajenos a la realidad de la ciudad excitante recorren impasibles las calles de la ciudad sin aurora.
Los reflejos de los faros en el Lago de la República, nos ofrecen la quimera de lo bello, de lo colorido y es un espectáculo que encanta a los niños. Y mientras tanto, el contingente de miserables de Ciudad del Este se agita en sus covachas, como ratas “recién salidas de un naufragio de sangre”.
No se trata de la aurora de Nueva York, hablamos de Ciudad del Este. No son negros los desprotegidos; son indígenas y niños de la calle, algunos ya derribados por el crack. No es 1929 es 2012. ¡Y la poesía sigue vigente! Es otro tiempo, otra ciudad, otra gente, pero las miserias son las mismas de antes.

*ARTÍCULO PUBLICADO EN LA REVISTA "EL TERERÉ" Nº 19 DEL MES DE ENERO DE 2012