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Un sábado cuando volvíamos de la radio con Damián, decidimos involucrarnos con el paisaje y pensamos que era importante mirar más a nuestro alrededor y descubrir lo que tenemos y que no vemos.
Talvez por la rutina de ver las mismas cosas todos los días, creemos que forman parte de un paisaje estático, que siempre es el mismo y que no cambia ni cambiará nunca. Pero nos llevamos una sorpresa: fue como descubrir por primera vez y de manera simultánea, los diversos contrastes que nos rodeaban, como si el paisaje y la gente aparecieran en el mismo momento y como algo nuevo y agradable ante nuestros ojos.
A escasas cuadras de la ruta internacional número VII, caótica y congestionada, vimos que circulaban (circulan aún), carritos tirados por burros o caballos, y que compiten por un espacio en el peligroso y mortal asfalto, entre Mercedes, Toyotas,Scanias y un sinfín de marcas diferentes, tamaños y colores.
Pero ellos saben que es necesario sortear el peligro, ya que la ruta es el único medio de llegar a sus casas, generalmente alejadas de los centros urbanos, a donde traen a vender mandioca, huevos, cebollita y otros productos que proceden de sus chacras...
La ciudad crece, el progreso nos absorbe a todos, pero aún perduran en el paisaje cotidiano estas imágenes de nuestra tierra.